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  • En el Estudio preliminar el lector encontrar

    2019-05-29

    En el “Estudio preliminar”, el lector encontrará un magnífico marco de referencia para ubicar con precisión la obra. Contra una vieja mala costumbre de la crítica mexicañista más convencional de repetir una y otra vez los juicios críticos de los grandes maestros, Belem Clark de Lara teje una trama muy fina (y fresca, por su novedad) de problemas críticos que deben atenderse en la lectura de la obra si se quiere comprender su relevancia y éxito en el panorama de la literatura nacional del último tercio del siglo XIX. Respecto al marco costumbrista en el que se presenta la Historia de Chucho el Ninfo, lejos de volver cetrizine los lugares comunes de la crítica (desde el inmerecido calificativo de “cuadro de costumbres” y las consecuentes censuras por su desorganización narrativa y sus abundantes digresiones, hasta el de “primera novela de homosexuales”), la editora nos presenta la obra desde la perspectiva del proyecto de modernidad que persiguieron los escritores más agudos y exigentes del parnaso mexicano (Gutiérrez Nájera entre ellos, otro de los autores a los que hemos podido ubicar con más precisión dentro de las coordenadas del periodismo decimonónico gracias también a las investigaciones de Belem Clark de Lara). Con esta premisa, la editora revisa la introducción del “cuadro costumbrista” como género en México, desde 1843, pero llama la atención sobre el hecho de que Facundo no sigue la poética del género al pie de la letra, sino que propone una evolución significativa al desarrollar sus principios dentro de la novela, de modo que “’el costumbrismo’ de Facundo debe estudiarse inserto en las novelas y en función de la novela misma, y dejar atrás su clasificación como escritor de ‘cuadro de costumbres’, puesto que sus personajes, al entrar en una dinámica social perdieron su carácter de ‘tipos’” (LXIV). El programa anterior se vuelve, por supuesto, más relevante al atender a la situación particular del México del último tercio del siglo XIX, donde “las novelas —inscritas dentro de los parámetros de la modernidad, comenzando por su vía de producción: el periodismo— describieron el ideal modernizador, la movilidad social dentro de un sistema capitalista, la apertura de novedosos lugares públicos, e incluso la manía de estar siempre a la moda” (LXVI). Con esta perspectiva, la clasificación de “cuadro costumbrista” empieza a mostrar muchas fisuras cuando advertimos, como hace notar la misma Belem Clark de Lara, que “Facundo no describe el vestuario a leukocytes la usanza costumbrista, es decir, el propiamente regional, sino por el contrario, el vestuario de Chucho es esmeradamente europeo” (LXVI, nota 15). Con esta lógica, el estudio progresa para presentar las principales diferencias que presenta el presunto “costumbrismo” de Facundo, quien pretendía retratar las costumbres de su tiempo, sí, pero de su tiempo moderno, aquella modernidad que no era nada más cronológica, sino que apunta hacia un presentismo concernido con “la china, con el lépero, con la polla, con la cómica, con el indio, con el chinaco, con el tendero y con lo de acá” (LXIX). Como señala Belem Clark con mucho tino, José Tomás de Cuéllar podía considerarse moderno desde la cetrizine médula del proceso creador, pues había elegido para su producción estética la novela por entregas, un tipo de novela que exigía sincronía con el lector, al escribirse justo en el mismo momento de enviarse a la imprenta, de reinterpretarse durante el proceso creador, pues cada entrega fomentaría la interacción entre el autor y su público (de aquí las muchas novelas truncas que quedan en periódicos y revistas de la época, incompletas por la mala respuesta que habrían recibido de su público o por el simple desinterés). Este presentismo crítico (o mimesis costumbrista, como lo llama la editora) solo cumplía su compromiso social cuando se ubicaba dentro de sus diferentes contextos de recepción, ya dentro del marco de la novela nacionalista, ya dentro del marco de la novela “patológica” de espíritu más bien didáctico, ya en el del género más amplio de la novela por entregas, percibida por los intelectuales del periodo como una herramienta que divertía y aleccionaba al mismo tiempo; esta cartografía cultural, reseñada con economía y pertinencia crítica por la editora, ofrece una red de relaciones que explica mejor las diferentes funciones que correspondieron a una novela original y arriesgada, como la Historia de Chucho el Ninfo, y también malinterpretada con facilidad si no contamos con estas bases. La novela, nos enseña Clark de Lara, sirve para presentar ideas políticas, ideas morales, malas costumbres personales que se transforman en grandes problemas nacionales sin apenas darnos cuenta. Así, la literatura de Cuéllar fue un instrumento que cumplió con su función: “divertir, educar a su sociedad, y conformar culturalmente a la nación” (XCIII-XCIV).