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  • En suma desde la poca

    2018-11-13

    En suma, desde la época del keynesianismo surgieron interrogantes sobre la liberación de mercados –validados por la experiencia de los últimos años– que se condensan en intensas tensiones entre las exigencias del comercio globalizado y la autonomía económica de los países para satisfacer objetivos propios (empleo, crecimiento, igualdad). Asimismo, se anticiparon desajustes en el reparto de beneficios y costos resultantes de la apertura de los mercados entre países o entre el capital y el trabajo, problemas distributivos que hoy afectan hif inhibitor todas las naciones con independencia de su grado de desarrollo. En el fondo son cuestiones complejas de gobernabilidad global que rebasan el estrecho marco jurídico de competencias de los organismos internacionales, sean el Consejo de Seguridad o la Organización Mundial del Comercio, así como de los foros multilaterales de reciente creación. Con la depresión simultánea de Estados Unidos, Europa y Japón, la primera premisa ha dejado parcialmente de cumplirse, acentuada por el desplazamiento geográfico masivo de inversiones y núcleos de oferta. Más aún, la transferencia de producciones ha creado desequilibrios en las balanzas de pagos de varias economías avanzadas (principalmente de Estados Unidos) y disparidades en la evolución de los países. La segunda premisa ha sido también debilitada. El detonador de la crisis se situó en la insuficiencia de regulaciones nacionales e internacionales que encauzaran o contuvieran el excesivo crecimiento y la especulación en los sectores financieros. Hoy se instalan o se espera la instalación de sistemas de regulación más estrictos, menos propensos a la especulación, con sendas de expansión más pausadas que restarán alguna preeminencia y libertades a las instituciones financieras, sin que ello suprima las propensiones endógenas de la banca a la desestabilización. Por otro lado, la desindustrialización, los déficit de balanza de pagos o los menores superávit de las zonas industrializadas, erosionan las fuentes de poder financiero. Entre 2000 y 2012, las reservas internacionales conjuntas de Estados Unidos, Europa y Japón, han pasado –según el Fondo Monetario Internacional– de 32 a 15% del total mundial, mientras las de China, Macao y Hong Kong suben de 14 a 33% y las de los exportadores de petróleo trepan de 7.0 a 15%. Por algún tiempo, los menores excedentes de ahorro del Primer Mundo, han podido suplirse con la recirculación de los generados en China y otros países asiáticos. A la larga, sin embargo, esos fenómenos debilitan las bases del viejo sistema financiero universal y alteran el sentido de los flujos internacionales del ahorro y la inversión. Como resultado neto del encogimiento recesivo de las economías y de los problemas expuestos, el volumen del comercio internacional, no ha podido recuperar el ritmo de expansión del periodo 1987–2008 (7% de crecimiento anual), para reducirlo a menos de la mitad (3% entre 2008 y 2013) (véase Cuadro 2). Es posible que en el futuro se registre algún repunte. Pero será difícil que el intercambio recupere el dinamismo de las primeras décadas de la globalización, esto es, que pueda ofrecer un camino libre de obstáculos dinámicos a las estrategias exportadoras. Pese a lo anterior, no se reduce el número de los países adherentes a las citadas estrategias exportadoras; en los hechos, sea por apuros económicos o razones políticas, más países las abrazan y a la vez comprimen hasta donde pueden, las compras en el exterior, abatiendo de paso el intercambio global. Surge de aquí una peligrosa falacia de composición, cuando la mayoría de las naciones procura vender y mientras, simultáneamente, evita comprar. En la Comunidad Europea, se insiste tercamente en aplicar modelos exportadores a todos sus países miembros, una vez agotada la expansión del crédito en sus economías periféricas. Así, las naciones del sur de Europa, impedidas a depreciar sus monedas por la existencia del euro, se encaminan a implantar dolorosas políticas de devaluación interna –comprimir salarios, derechos sociales, elevar impuestos y admitir cifras exorbitantes de desempleo– en un intento de ganar competitividad internacional y de sustituir al creditismo anterior. No es entonces de extrañar que persista fragilidad en las economías nacionales al tiempo que se ahondan los sesgos distributivos concentradores.